El éxito del streaming de la expedición submarina del Conicet
sirvió, entre otras cosas, para visibilizar la situación laboral que viven los
investigadores e investigadoras del organismo. La destrucción del sistema
científico que lleva adelante el gobierno de Javier Milei no tiene precedentes.
En este contexto, se abre un escenario contradictorio: mientras que en el agua
los científicos que divulgan conocimientos de biología marina son furor en
tiempo real; en la tierra, los hombres y mujeres de laboratorio aprovechan para
exhibir una situación alarmante, con salarios por debajo de la línea de
pobreza. A partir del miércoles, pararán por 48 horas, con acampe en las
inmediaciones del Polo Científico y Tecnológico ubicado en Palermo, sede del
exministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.
Por un lado, las transmisiones en vivo y el descubrimiento de
nuevas especies acuáticas rompen todos los moldes de lo esperable. El buque
Falkor, las explicaciones de los expertos y expertas a bordo y el robot
SuBastian provocan algarabía y curiosidad en dosis equivalentes. Por otro, la
situación económica de los más de 10 mil investigadores y 11 mil becarios del
Conicet no se modifica, sino todo lo contrario. Bajo la consigna “que esta no
sea la última generación científica de Argentina”, se reunirán el miércoles a
partir de las 12, en reclamo de salarios dignos y fondos para investigar. Para
muestra, solo un dato: los ingresos a la Carrera del Investigador Científico
están paralizados y quienes ya están en planta advierten una pérdida del 40 por
ciento de su poder adquisitivo desde diciembre de 2023.
Durante las jornadas del miércoles y el jueves, en las
adyacencias de los edificios de Godoy Cruz 2320 (Palermo, CABA), habrá charlas
con científicos, un acto central, una marcha de antorchas y una asamblea para
discutir los próximos pasos del plan de lucha. En diálogo con Página 12, Jorge
Geffner, referente del Conicet, señala: “Hay una situación de desfinanciamiento
total. Los reclamos se dan en un marco caracterizado por gente que se va por
todos lados. El éxodo de becarios doctorales es masivo: al no haber altas en la
carrera del investigador, se van. Se desarticulan grupos de investigación de
una manera dramática en las distintas áreas de conocimiento. En 30 años de
trayectoria, no he visto nunca algo como esto”. En paralelo al paro, esta
semana se discutirá en una nueva sesión en Cámara de Diputados un proyecto
legislativo para declarar la emergencia del sistema científico.
Luego continúa el inmunólogo: “Este reclamo que hacemos se da
en el marco de esta expedición hermosa, integrada por investigadores del
Conicet. Es una maravilla lo que hacen y el impacto es terrible. Más de un
millón de visitas al sitio. Quizás durante las jornadas de lucha hagamos una
referencia al fondo del mar”.
Así las cosas: algunos podrán el cuerpo en plena Ciudad de
Buenos Aires, mientras que otros hacen historia a bordo de un barco. Hacen
ciencia en tiempo real: descubren especies, las categorizan, caracterizan
formaciones geológicas, se maravillan y maravillan al país comprobando
hipótesis y mostrando todo lo que saben.
Furor y crisis
La expedición submarina en Mar del Plata no para de cosechar
récords. Realizada por el buque Falkor junto al Schmidt Ocean Institute, reunió
a más de 80 mil espectadores en simultáneo y desplazó del podio de visitas a
los streamings y medios más vistos de la actualidad. Entre los miembros de la
tripulación, destacan una treintena de investigadores del Conicet que, además
de avanzar en sus investigaciones, narran y responden consultas científicas y curiosidades
de la población prendida. Sencillamente, una ventana directa al fondo oceánico
no es algo que se pueda disfrutar todos los días.
La emoción por un proyecto de investigación y divulgación
exitoso se choca de frente con la amargura que significa el presente de los
científicos. Una de las tripulantes a bordo, de hecho, estudia las aplicaciones
del veneno de caracol como analgésico (10 veces más fuerte que la morfina) en
pacientes con cáncer y no seguirá con su trabajo porque el Conicet no renovó su
beca. Básicamente, el gobierno recortó las convocatorias y el estudio del fondo
marino, desde el relato oficial, no es lo suficientemente estratégico como para
poder apoyarlo.
La esperanza es que el éxito en las transmisiones científicas
sirva para modificar algo en la situación económica de quienes hacen ciencia.
La estrella “culona”, el llanto de Messi por la madre pulpo que fallece al
cuidar sus huevos y Nadia, la bióloga marina que se lleva todos los aplausos
por sus conocimientos sobre corales constituyen la sensación del momento.
Fue tal el furor del asunto que el mercado ya se notició: a
los memes virales en redes sociales le siguieron los álbumes de figuritas, las
remeras con imágenes de especies, pines y demás accesorios. Adolescentes que,
maravillados, por el paisaje y las tecnologías submarinas, quieren hacer
ciencia cuando sean grandes. Fue viral el comentario que dejó Pedro Bustos:
“Hola soy Pedro tengo 11 años quiero saber que tengo que estudiar para aser
esto” (sic).
Desafortunadamente, el anhelo y el despertar de una vocación,
al menos en el presente, debe acompañarse de otra narrativa. La historia de una
nueva fuga de cerebros y la crisis, motivada por un gobierno al que no le
interesa promover el conocimiento autóctono, y mucho menos el pensamiento
crítico.
Los números del desastre
Detrás de la sonrisa por lo que cada día se descubre en el
fondo marino, la desazón por una situación insostenible. Geffner detalla las
características y enumera los motivos del nuevo paro: “Es una convocatoria
realizada por varios colectivos, becarios ingresantes, asambleas que nuclean a
investigadores. Será de 18 horas de vigilia. Los reclamos son los de siempre,
pero se agudizan con el correr del tiempo. Hoy por hoy, a un año y medio de la
asunción de Milei, no tenemos ni una sola nueva alta, está cerrada la carrera
del ingreso al Conicet, el deterioro salarial es impresionante y la Agencia
Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la
Innovación (I+D+i) está absolutamente paralizada, es decir, no hay
financiación”.
En el ámbito de la actual Secretaría de Innovación, Ciencia y
Tecnología (exMinCyT), grandes proyectos como Equipar y Construir Ciencia
(programas para mejorar los equipos y las infraestructuras ligadas al sector)
directamente no existen. La situación es alarmante y se traduce en números. Si
bien existe una Ley de financiamiento vigente que asegura inversiones
crecientes por parte de los sucesivos gobiernos, en la práctica es letra
muerta. En 2025, el oficialismo debería invertir el 0.45 por ciento del PBI en
el sector, y sin embargo, tan solo destina el 0.15 por ciento. Para tener una
idea de la debacle, en 2002, el país invertía 0.17 por ciento.
Meses atrás, los científicos del Conicet se movilizaron
siguiendo las consignas de El Eternauta. En aquella ocasión, los protagonistas
denunciaban que, entre despidos, renuncias y jubilaciones, el organismo había
perdido 1500 agentes y no ha habido ninguna sola alta. También reclamaban
frente a la suspensión de los ingresos a la Carrera del Investigador
Científico, y la negativa frente al ingreso formal a más de 800 postulantes que
ya habían sido evaluados de manera favorable.
A la fecha, hay estimaciones de lo que la crisis está
ocasionando en el sistema científico. Roberto Salvarezza, exministro de Ciencia
en Nación y actual titular de la Comisión de Investigaciones Científicas de la
Provincia de Buenos Aires, calcula que aproximadamente 4 mil científicos (entre
Conicet, INTI, INTA y otros) han dejado sus actividades a causa del deterioro
del poder adquisitivo. Algo similar se evidencia en las universidades
nacionales, donde cada vez más docentes dejan sus cargos para dedicarse a otros
rubros que les aseguren la supervivencia.
El prestigio no alcanza
A pesar de los ajustes presupuestarios y el desmantelamiento
del sector, el mes pasado el Ranking Scimago 2025 ubicó al Conicet como “la
institución de investigación científica, del ámbito público y de gobierno” más
prestigiosa de Latinoamérica. Conserva esta posición desde hace siete años y se
ubica en el puesto n° 79 entre 5 mil organismos a nivel mundial.
El financiamiento público es clave para promover a la ciencia
de cualquier país. Incluso aquellas naciones como Israel y Estados Unidos que
el gobierno busca imitar han realizado grandes esfuerzos por consolidar el
sistema de producción científica en este sentido. Sin embargo, a la fecha, el
gobierno se mantiene inmutable en su decisión de destruir el sector. Lo que aún
significa más, en este año y medio de gestión, el oficialismo ha convertido al
Conicet en uno de sus principales blancos de ataque. Todavía se recuerda la
propuesta del legislador libertario Bertie Benegas Lynch de cerrar el
organismo, y aún más la del propio Milei, que anunciaba su interés en
privatizarlo.
El éxito de la transmisión en vivo de la expedición submarina
demostró que la ciencia no es cosa de pocos ni mucho menos. Compartirla con la
población es una manera de que más personas puedan abrazarla y luego
defenderla. Mientras en el mar los científicos a bordo del Falkor hacen
historia, en la ciudad, otros científicos y científicas reclaman salarios y
fondos. No piden demasiado: solo quieren que los dejen trabajar.